Estudiantes de primer grado de la escuela
elemental de San Juan vieron por primera
vez una semilla crecer...
"Misi, mira, traje mis guantes porque no me quiero ensuciar...",
" Uyy... Misi y ese gusanito?...". Así respondían muy temprano en la mañana mis estudiantes de primer grado.
Era el primer día para comenzar el proyecto del "huertito escolar". Todos los niños trajeron sus guantes; algunos hasta muy coloridos. Lo primero que les dije fue: "bien, primero que nada, vamos a intentar sembrar sin guantes para que sientan la tierra fresca que les traje...". Todos me miraron extrañados pues ninguno quería quitarse sus guantes y mucho menos ensuciarse.
Comenzó el taller. Todos colocaron en la mesa sus envasesitos personalizados con sus nombres y dibujitos. Ya con sus guantes puestos y listos para trabajar, comenzaron a preguntar como todo niño: Qué es esto?, Para qué sirve?, De qué es esa semilla?. Mientras ellos preguntaban yo les respondía junto con la ayuda de dos jóvenes agricultores: Ricky y Paolo. Estaban muy inquietos y emocionados.
Ya dispuestos a llenar sus envasesitos con tierra "de la buena", hicieron la filita para recojer sus semillitas de habichuela, cilantrillo, zanahoria, cebollín. Cada uno colocó su semillita en su envase, la cubrieron con tierra y algunos hasta se despidieron de ella -mientras la enterraban- con un besito.
Llegaron los envases más grandes. Aquí los niños aprendieron a trabajar en equipo. Cada envase lo manejaban entre cuatro a cinco estudiantes. Cada grupo se responzabilizaría de su envase por el resto del semestre.
Y la parte más esperada llegó,... al fin se quitaron sus guantes!.
Sin darse cuenta, poco a poco, comenzaron a quitarse sus guantes para manejar mejor la tierra y luego regarla con agua. Pero, y dónde están los guantes ahora?. Todos habían ido a la fuente de agua, llenaron sus "guantesitos" con agua y -walá-, un nuevo sistema de riego. Sabía que algo debía yo hacer para que de alguna manera dejaran de usar los guantes pero, nunca pensé hasta dónde llegaría la imaginación de esos niños. Y sí, se ensuciaron.
Más tarde, cuando todos sembraron las semillitas, les repartí la "libreta de campo" (que yo misma confeccioné) pues no contábamos con muchos recursos. Allí, todos dibujaron la primera fase del proyecto, es decir, su semillita. Mientras tanto, los padres
llegaban y veían a sus hijos trabajar. Sus caras decían más que mil palabras debido a la emoción de ver a sus hijos participar de un evento como éste.
Semanalmente (al menos un día), yo sacaba a los niños del salón de clases para visitar a sus amiguitas "las plantitas". Todos salían corriendo del salón ansiosos por verlas. Con libreta y lápiz a mano dibujaban todo el crecimiento y desarrollo de las plantitas, las tocaban, sentían sus texturas e incluso vieron florecer algunas de ellas. Así continuamos todo el semestre.
Al final del curso queríamos hacer un "taller de cocina" utilizando todo lo que se había sembrado pero, el tiempo corrió tan rápido y ya los niños se tenían que ir de vacaciones.
Yo, como tutora, me siento muy orgullosa de ellos. La emoción de ver que lograron trabajar "sin guantes", que ya saben que ese gusanito se llama lombríz -el cuál al final se atrevieron tocar- y lo importante que es para el suelo y de esta manera para el beneficio del desarrollo de las plantas.
Espero que esta pequeña historia les anime a realizar proyectos de esta índole o parecidos en sus escuelas. Que más allá del aula, hay que permitir al niño explorar cosas nuevas.
Y cómo una vez me dijeron: "un niño sucio, es un niño felíz".
Para Slow Food Boricua,
Yoseline Mercado
Dedicado a mis estudiantes de primer grado.
Los aprecio mucho chiquitines
Su tutora,
Yoseline Mercado
2009
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